MURCIA EN LA BAJA EDAD MEDIA. ESTAMPAS DEL CONCEJO DE LA CIUDAD DE MURCIA.
Alfonso X el Sabio y la Reconquista
En esta época comienza de forma apacible la historia de la Murcia cristiana, donde el Infante Alfonso queda maravillado de la riqueza cultural de la Mursiya Andalucí. Pese a los acuerdos del Tratado de Alcaraz de 1243, los mudéjares -habitantes moros en territorio castellano- se sublevaron contra Alfonso X en 1264. Tal fue la magnitud de la revuelta que este rey debió pedir auxilio a su suegro Jaime I de Aragón, que entró en Murcia en 1266.
Tras la Reconquista de Murcia se decidió una política de cristianización intensiva que propició la citada revuelta y progresiva expulsión de los musulmanes, si bien es cierto que algunos de ellos sobrevivieron en la morería que había en el barrio de la Arrixaca. Don Alfonso, además, procedió a las reparticiones de la huerta y el campo de Murcia con lo que favoreció el asentamiento de toda una población de castellanos y aragoneses que fueron fundamento de los que ahora habitan la ciudad. Podría decirse que hasta 1300 e incluso después, la ciudad y el reino no terminaron de normalizarse pues el territorio debió soportar las presiones de los reyes aragoneses que anhelaban Murcia para su corona (invasión de Jaime II en 1296-1302); y por si eso no fuera poco, la crisis que sacudió a Europa en el siglo XIV caracterizada por una gran peste afectó a Murcia, lo que sumado a la problemática causada por el abandono de técnicas de cultivo por los musulmanes exiliados y al hecho de ser frontera contra Granada, sumió al reino de Murcia en una gran depresión que casi la dejó despoblada.
El hecho de que casi todos los musulmanes emigraran dejó en el olvido el legado musulmán que siempre se ha defendido; la presencia de los cristianos en Murcia supuso el abandono del refinamiento de aquellos: desaparición de las redes de saneamiento, degradación de las viviendas, desuso de tierras de cultivo y, casi, el abandono del importante sistema de regadíos. Puede, por lo tanto este periodo, calificarse como una ruptura total con el pasado.
Las bases de la sociedad murciana
Consecuencia de la citada ruptura, la ciudad debió de articular toda una trama administrativa que cubriera todas las vicisitudes de la vida civil castellana; esta administración, cuyas funciones estaban sólo al alcance de la nobleza, rigió la ciudad durante la Baja Edad Media. Fueron los antecedentes de las familias de poder que han permanecido hasta el siglo XX. La Corona, además, articuló medidas para mantener bajo una cierta disciplina de constante guerra al reino, de ahí la aparición de los Adelantados, gobernadores generales del territorio. De ellos, quizá el más popular fuera el mal llamado infante don Juan Manuel -que no era infante pues no era hijo de rey sino nieto de Fernando III y sobrino de Alfonso X-. Otro de los principales actores de la historia medieval de Murcia fue la Iglesia: como Alfonso X restauró la diócesis de Cartagena, al principio se acordó ubicar su sede en la ciudad portuaria, pero a causa de las amenazas que venían del mar -piratas norteafricanos, corsarios, etc.- se decidió instaurar la catedral en Murcia. Consecuencia de ello es que el Cabildo se tornó muy influyente en la ciudad actuando con voz propia en numerosos asuntos de la vida urbana, como un agente feudal más de la sociedad.
Nobleza y jerarquía eclesiástica, junto con los burgueses más poderosos de la ciudad, formaban parte de la elite gobernante y participaban, directa o indirectamente, de las decisiones políticas y económicas. El concejo de Murcia se reunía generalmente cada miércoles en la plaza de Santa Catalina; allí se localizaba también una pequeña torre con reloj para marcar las horas en la huerta. Santa Catalina era, por entonces, el centro de la ciudad medieval. La ciudad urbanizada no superaba por el norte la línea de la acequia mayor Aljufia, antigua calle de la Acequia (de Acisclo Díaz a Enrique Villar); en los demás flancos estaba rodeada por el Río Segura. La ciudad no superaba los 8.000 habitantes.
La propia idiosincrasia del reino, fronterizo, hacía que hubiese continuas correrías de los granadinos apostados en Vera y Huercal-Overa, ocasionando una gran cantidad de cautivos murcianos, que eran continuamente intercambiados por cautivos granadinos. Esto llegó a convertirse en un lucrativo negocio para ciertos intermediarios. De los mercaderes más comunes que se apostaron en el reino y concretamente en la ciudad de Murcia, fueron los genoveses los que mejor trato tuvieron con los castellanos; su presencia avivó la economía de Murcia durante el siglo XV. La seda comienza a cobrar importancia la economía de la ciudad. La agrupación de oficios, había respetado la tradicional organización musulmana a fin de concentrar la industria contaminante en la periferia oeste de la ciudad (barrios de San Andrés y San Antolín), de modo que con el paso del tiempo algunas calles tomaron el nombre de los oficios.