PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX
NUEVAS CATÁSTROFES Y NUEVA GUERRA
En los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, Murcia hizo frente a nuevas oleadas de catástrofes. Al tremendo desajuste entre alimentos y población, fruto de las secuelas de hambre y malestar social que el municipio murciano venía arrastrando se unen epidemias y las secuencias de sequías e inundaciones que volverán a hacer su aparición en una población humilde. El estallido de la Guerra de la Independencia contra la invasión francesa(1808-1814) vino a diezmar más aún a la población murciana. La ciudad de Murcia fue saqueada en 1810 por tropas francesas.
En este ambiente bélico, las Cortes de Cádiz promulgaron la Constitución de 1812, que Murcia juraría el 24 de julio de este año.
La Carta Magna suponía una ruptura con el Antiguo Régimen y sentaba las bases de una sociedad más moderna, en la que cayesen derrumbados los pilares de la sociedad estamental. Suponía también el reconocimiento de los postulados reformistas y el triunfo de las ideas de la Revolución Francesa. Sin embargo, la Constitución chocó con un pueblo analfabeto, un clero hostil al liberalismo y unas oligarquías temerosas de perder sus privilegios. Estas premisas fueron suficientes para que se produjese el fracaso del texto constitucional. Se vuelve al absolutismo con Fernando VII, iniciándose así la brecha entre absolutistas y liberales.
MURCIA CIUDAD LIBERAL
En 1820 tiene lugar el Pronunciamiento de Riego, que obliga al Rey a jurar la Constitución de 1812. Estos acontecimientos nacionales tienen su repercusión en Murcia, donde un tumulto de campesinos de la huerta dirigido por Regato y Romero Alpuente aprovechó el Pronunciamiento para liberar a sus presos políticos. La invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis de 1823, provocó la caída del gobierno liberal, instaurándose de nuevo el Absolutismo en España. Murcia fue invadida por el ejército del general Molitor.
A la muerte de Fernando VII en 1833, el sistema liberal comenzará a introducirse en Murcia, hasta ese momento, el municipio murciano y el resto del país asistió a unos años de exilio liberal, de exaltación religiosa y de terror social. La muerte del monarca trajo consigo cambios esperanzadores, al inclinarse la regente María Cristina hacia el liberalismo moderado para afianzar en el trono a su hija Isabel II frente a los carlistas, defensores del absolutismo.
La situación caótica del país, la inquietud social, el miedo de los terratenientes a la violencia popular y al amarga experiencia vivida durante las décadas anteriores, llevaron al Estado a pactar con la burguesía liberal, que cerró toda posibilidad de regreso al pasado. Los liberales abolieron los señoríos y los concejos y acabaron con el monopolio de gobierno urbano que ostentaban las oligarquías por privilegios feudales.
En 1833 Francisco Javier de Burgos realizaba una división de España en provincias. Murcia se convirtió en capital de la de igual nombre, mientras que el antiguo reino de Murcia se dividió en las provincias de Murcia y Albacete.