MURCIA BARROCA
MEJORA ECONÓMICA, DEMOGRÁFICA Y SOCIAL EN EL SIGLO XVIII
El siglo XVIII en Murcia abre un período de esplendor en muchos frentes, estimulado por el apogeo del comercio y de la industria de la seda. Se incrementan los recursos y la población, al tiempo que disminuye el factor epidémico. La población aumentó más en las ciudades que en el campo, con lo que se produjo una mayor demanda de productos y una creciente oferta de mano de obra para el trabajo manufacturado. La fuerte demanda de productos del campo por parte de los habitantes de la capital murciana favoreció la agricultura, al aumentar los precios, beneficiando principalmente a los grandes propietarios territoriales: la nobleza y el clero.
El fuerte desarrollo comercial dejó su impronta en el urbanismo murciano, fue el momento de las grandes expansiones urbanas de barrios periféricos habitados mayoritariamente por jornaleros y artesanos. En el terreno cultural y político, el siglo XVIII viene iluminado por las luces de la Ilustración, traducidas en una dinámica social más racional, ávida de quebrar el inmovilismo y una pléyade de hombres que desde el poder luchan por arrancar a los españoles del atraso para integrarlos en el sistema europeo. El pueblo llano y el clero no aceptaron de agrado las ideas ilustradas, por lo que el final de esta centuria viene marcada por la lucha de éstos contra los cambios culturales y las ideas reformistas que la cultura ilustrada implicaba.
LA GUERRA DE SUCESIÓN Y DON LUIS BELLUGA Y MONCADA
La historia de Murcia en el siglo XVIII va ligada a tres hombres representativos que llenan plenamente toda la centuria: el cardenal Belluga, el escultor Salzillo y el político Floridablanca. El nuevo siglo se iniciaba con un cambio dinástico: muerto Carlos II sin sucesión, Felipe V se convertía en el primer Borbón en ocupar el trono español. Este cambio dinástico se realizó a través de la Guerra de Sucesión (1701-1714), que en España tomó el carácter de Guerra Civil, en la que las poblaciones catalanas y aragonesas se unieron a la causa austriaca, mientras que el reino murciano lo hacía junto a Castilla a la borbónica.
Don Luis Belluga y Moncada, sacerdote, circunstancialmente militar e impulsor de obras benéficas y sociales, intervino en la vida política española tomando partido en la Guerra de Sucesión por Felipe V, en contra de las pretensiones del Archiduque Carlos de Austria. Por la causa borbónica, Belluga publicó un Memorial en defensa de los derechos de Felipe V y fue nombrado Presidente de la Junta de Guerra del Reino de Valencia, desde donde organizó ejércitos. En Murcia rechazó a los adversarios, que casi baten la ciudad con su artillería, en la llamada Batalla del Huerto de las Bombas, contribuyendo de forma decisiva a la reconquista de las plazas ocupadas por los aliados en el Reino de Murcia y al triunfo de la Batalla de Almansa.
Como premio al sacrificio y lealtad murcianos, Felipe V concedió a la ciudad la séptima corona de su escudo y un león con una flor de lis en el centro y a su alrededor la leyenda: 'Priscas novísima exaltat et amor', alusiva a la tradicional fidelidad de Murcia.
LAS ACTUACIONES DE FLORIDABLANCA EN MURCIA
La Guerra de Sucesión se saldó con la victoria de la causa borbónica. El gran apoyo prestado por la nobleza regional incrementó las relaciones entre la Corte y la clase política murciana, de donde la monarquía borbónica extraerá, ahora, numerosos funcionarios para el gobierno, llegando algunos de ellos a los puestos más altos. Este sería el caso de José Moñino Conde de Floridablanca, que fue primer secretario de Estado entre 1777 y 1792.
Desde su estatus político, el Conde de Floridablanca fomentó la cultura ilustrada y llevaría a cabo abundantes actuaciones en pro de la ciudad de Murcia. Instaló nuevas fábricas y técnicas productivas, implantó el libre comercio, llevó a cabo grandes proyectos hidráulicos, como el del Reguerón en Murcia, que permitió la confluencia del Guadalentín con el Segura, disminuyendo la crudeza de las inundaciones; desarrolló roturaciones; aprobó los estatutos de la Sociedad Económica de Amigos del País, la reforma y consolidación del Malecón; política de arbolado con la creación de alamedas en el nuevo barrio del Carmen. En parte gracias a estas iniciativas, la ciudad aumentó de la población lo que obligó al Concejo a permitir la ocupación de la otra ribera del río: se concluyó el nuevo puente de piedra, el Puente de los Peligros (1742) y se proyectó, en 1758, la Plaza de Camachos iniciándose las obras en esa fecha hasta 1766 se inauguró como plaza de toros.
El siglo XVIII fue una época de clara recuperación en todo el reino de Murcia pese a existir alguna desastres aislados. Las mentalidades habían variado adaptándose a las nuevas concepciones ideológicas que en Europa iban a desembocar en la Revolución Francesa. No obstante, en Murcia las estructuras de la sociedad, fuertemente ligadas a linajes y grupos de poder como la nobleza y el clero aún persistían en su ideal de sociedad fuertemente jerarquizada sin posibilidad de evolución social, pese a los casos puntuales de ascenso social para algunos individuos.
EL GLORIOSO BARROCO MURCIANO
Pero los siglos XVII y XVIII fueron, verdaderamente, los siglos del Barroco, llevado de la mano de la Iglesia. Una excelencia artística nacida de la apuesta Contrarreformista del Concilio de Trento. Así, en Murcia, los excedentes procedentes de las rentas de los territorios de la Iglesia -como los producidos por las fundaciones de Belluga, esto es, las desecaciones y repoblaciones de la desembocadura del Segura- permitieron la reconstrucción de las viejas iglesias y su transformación en iglesias barrocas, la fabricación de la magnífica fachada de la Catedral realizada por Jaime Bort o por un complejo efecto rebote socioeconómico, la realización de las célebres imágenes pasionales de Francisco Salzillo.