PASEO DEL MALECÓN
El Paseo del Malecón, es actualmente un lugar emblemático de ocio, paseo y descanso de la ciudad.
Fue creado como muro de contención frente a las subidas de las aguas del río Segura. Construido en el S. XV, fue reedificado por Francisco de Luján y Arce en 1736.
Se sitúa a tres metros sobre el nivel del suelo y rodea la ciudad por su lado oeste, adentrándose a lo largo de un kilómetro y medio por la huerta, pudiendo considerarse una prolongación de la misma que entra en la ciudad.
Hacia el año 1420, tras dos importantes inundaciones, el Concejo de la Ciudad decidió construir un muro de contención, una defensa de la ciudad ante los embates de las crecidas del río. Levantado sobre las mismas motas, este será el origen del Paseo del Malecón. El muro fue fortalecido en 1477 tras una nueva riada.
Hasta el siglo XVIII el frente de la ciudad al río, formado por la muralla complementada aguas arriba con la mota del Malecón, solo experimentó algunas modificaciones de escasa importancia.
A inicios del siglo XVIII, una nueva riada arrasó por completo el Malecón. Es por este motivo y a partir del año 1745, cuando por mediación del Cardenal Belluga es reconstruido, tomando la forma de paseo que hoy conocemos. Se compone de dos muros paralelos separados, unos quince metros, entre los cuales se compactó una gran masa de tierra.
La reconstrucción de la muralla del Malecón, el inicio de la canalización del río siguiendo las trazas del proyecto de Floridablanca, la continuación de la modificación del cauce mediante la corrección de meandros y la construcción del puente de los Peligros, diseñado por Martínez de la Vega y Bort, proporcionaron seguridad al casco urbano, cuyas murallas en gran parte englobadas en nuevas edificaciones ya no garantizaban su tradicional papel de defensa.
Muy pronto lo que fue un dique se convirtió en lugar preferido de paseo de los murcianos, lo que originaría un enorme desarrollo del lugar, dotándose de portada, esculturas, rejas, mobiliario, ... a lo largo de su historia.
EL PASEO DEL MALECÓN A LA HUERTA
Pasear por el Malecón ha sido un rito obligado en el transcurrir de la vida murciana, un escapar del trasiego de la ciudad, un tránsito de la ciudad a la huerta.
El Paseo se inicia en el Plano de S. Francisco, comenzando el recorrido desde su entrada, encontramos tras subir la escalinata de acceso una portada,muy sencilla, realizada en piedra arenisca a base de sillares, tallados y labrados, de diferentes tamaños. En época barroca se ubico aquí el llamado 'León del Malecón'. (Carta 1, Ruta Huerta)
Una vez entramos observamos que se trata de un largo paseo pavimentado cuyos límites laterales constituyen bancos corridos en los que poder descansar y admirar los hermosos paisajes.
Ya en el siglo XVII se describía “Pasear por el Malecón permite no solo la contemplación del río, acequias y huertas de hortalizas, moreras, frutales, palmeras, cipreses, sino también la de casi toda la ciudad, muchas casas torre, lugares, montes y castillos”.
En el siglo XIX la huerta que lo rodeaba, es descrita como “Un bosque espesísimo de moreras, hortalizas, trigos y altos maizales, que salpicados de palmeras y frutales, cierran a uno y otro lado el terreno“.
Actualmente el paseo sigue manteniendo un alto interés ambiental y paisajístico, no siendo comparable a lo que fue.
A mitad del recorrido encontramos el Cruce de las Cuatro Piedras, un carril, típico de la huerta que rodea al paseo y que supone un corte del mismo. Otro punto destacable es el conocido como La Sartén, una zona donde la anchura del paseo se amplía.
Al final del paseo, nos encontramos con la estatua conmemorativa de José María Muñoz y Bajo de Mendigar, que donó una considerable cantidad de dinero a los murcianos afectados por la riada de Santa Teresa (1779). Hay que destacar un elemento que, si bien no está ubicado en el paseo en sí, se conserva hasta día de hoy en los jardines del Malecón, y es la portada barroca siglo XVII del 'Huerto de las Bombas'.
De tradición renacentista, se estructura a modo de un gran arco de triunfo de medio punto enmarcado por columnas salomónicas sobre las que corre un arquitrabe en el que campea un escudo central flanqueado por figuras salvajes blandiendo mazas.
Trasladada aquí, nos recuerda uno de los episodios cruciales para la defensa de la ciudad durante la Guerra de Sucesión, en el que se impidió el asalto de un regimiento anglo-holandés.