El pastel de carne murciano es un pastel relleno principalmente de ternera, chorizo, huevo y especias, su base circular se compone de masa quebrada y su cobertura superior es de hojaldre fino en forma de aros concéntricos a simple vista, pero que en realidad constituyen una espiral. Se prepara habitualmente en raciones para una persona de unos 15 cm de diámetro, aunque los hay mayores. Existe una variedad llamada «especial» que incorpora al relleno básico sesos de cordero. Pueden acompañarse con una copa de cerveza o vino tinto y es el mejor “fast food” de la ciudad de Murcia, aunque posiblemente la ración ideal para una comida sean dos pasteles.

Sobre el origen de tan exclusivo manjar, en el libro “Murcia: El libro de la gastronomía de Paco Nadal”, nos explicaría de una forma muy clara: “De origen árabe para muchos, lo cierto es que recetas similares a un envoltorio de carne bien sazonada ya se encuentran en la Roma de Augusto. Lo lógico es suponer que los árabes tan hábiles en eso de arramblar y hacer suyo todo lo que se les ponía al paso, copiaran esa pastela romana, cambiaran la grasa de cerdo por aceite de oliva y lo incorporaran al elenco de platos musulmanes.”

Pero tan enigmático como su origen, es su desaparición generalizada de la pastelería peninsular. El pastel de carne se hacía en toda la España medieval no sólo en Murcia. Prueba de ello son los ejemplos que citaremos: En el archivo provincial de Murcia se encuentran las ordenanzas que mandó redactar Carlos II para la ciudad de Murcia y su huerta en 1695. En ellas se detalla la necesidad de usar buenas materias primas, de cómo trabajarlas y conservarlas como si de unas medidas higiénico sanitarias del siglo XVII se tratase: ” ordenamos y mandamos, que ninguno sea osado de gastar carne de cabra, ni oveja ni carne mortecina de ninguna cosa, sopena de dos años de destierro precisos y de que serán castigados conforme ha derecho, y tres mil maravedíes, aplicados conforme a la ordenanza“.

Debió ser muy importante el consumo de pastel de carne para que en una ciudad de provincias se hiciesen unas ordenanzas para regular a todo un colectivo laboral (pasteleros) y a su producto estrella (pastel de carne). Pero esta prueba bien pudiera ser un localismo legislativo.

Otro testimonio del consumo generalizado del pastel de carne lo encontramos en el libro de Quevedo Vida del Buscón Don Pablos. Famosas son sus críticas a los venteros, vinadores y demás oficios hosteleros. Pero no tan famosas es su crítica al mal oficio de algunos maestros pasteleros artesanos. A su llegada a Segovia el tío de Pablos resuelve una cena rápida mediante un pastel de carne: “Parecieron en la mesa cinco pasteles de a cuatro reales y tomando un hisopo, después de haber quitado los hojaldres, dijeron un responso todos, con su réquiem eternam, por el ánima del difunto cuyas eran aquellas carnes“.

De este testimonio quedémonos con tres elementos: las forma en que se comen el pastel de carne, empezando por la tapa del hojaldre en espiral, el dudoso proceder de la carne, que ya era perseguido por las leyes murcianas del siglo XVII, y el lugar de sus consumo, SEGOVIA.

Como última prueba, y no la menos importante, tendríamos la imagen que vendría a unir los dos anteriores testimonios filológicos. Se conserva en Munich un cuadro de Murillo de dos pícaros jovenzuelos sevillanos estirando una espiral de hojaldre que no es otra cosa que la cobertura de un pastel de carne. Cualquiera que haya comido el pastel de carne comenzando por la tapa podrá reconocerse en el gesto de los pilluelos, así como en el texto de Quevedo.

Nuestra hipótesis es que estos tres aparentes localismos, a saber, la ordenanza de Carlos II en Murcia, Don Pablos en Segovia y el cuadro de Murillo hecho en Sevilla, probaría que el pastel de carne era una comida muy generalizada en la península, más de lo que a primera vista se podía creer.

Aunque como decíamos al principio, si quieres degustar un buen pastel de carne murciano tendrás que venir a Murcia.

Fuentes: Pasteleria Bonache