El sol abrasa y uniforma el color de las casas del poblado que pasamos caminando, las puertas, las escaleras, los graneros, la casa del herrero, la vida cotidiana. Lo cruzamos en poco tiempo y casi de improviso estamos situados al borde del precipicio de la falla. La atracción del vacío y la mirada queda presa en la inmensidad de un paisaje que tiene como único horizonte el desierto. El silencio lo llena todo.
Antonio Martínez Mengual