Desde una aproximación cotidiana sin retórica ni concesiones y sin las distancias que habitualmente requiere el paisaje, intento sintonizar con esos procesos y modos con que se nos muestra la realidad hoy, y principalmente la naturaleza, procurando otorgar tanto a las obras como a lo que escribo una dimensión poética, que es la única que hoy entiendo como posible. Recorro lugares o espacios abiertos de un querido territorio físico que deviene territorio emocional, en el que sucesos, hallazgos, relaciones o encuentros pueden ser motivos de creación o refugio donde revivo momentos de plenitud, pero donde también asoman ausencias y heridas sazonadas por esa opresión “blanda” de las contingencias del teatro de lo cotidiano. En estos espacios abiertos, periféricos, –como el tercer paisaje sobre el que escribió Gilles Clément o el Terrain Vague de Ignasi de Solá Morales– la capacidad regenerativa de la naturaleza contrasta más nítidamente, de forma casi radiográfica, con las manifestaciones y formas del exceso de realidad que cotidianamente nos sobreviene.