CREMALLERAS DEL TACTO
Lidó Rico

17 marzo – 5 mayo 2023
Arquitectura de Barrio

La obra pictórica de Lidó Rico posee la peculiaridad de estar ejecutada con su propia huella dactilar. El encuentro de la yema de sus dedos impregnada de pintura sobre el soporte, produce, en una suerte de milagro, la secuencia de unos paisajes oníricos que surgen de lo más profundo del ser.

La materialización de esta obra, cuya técnica obliga a ser gestada en décimas de segundo, no da margen de rectificación ni búsqueda programada. Si el automatismo del gesto se convierte en el único responsable del desenlace, es en la fragilidad de la memoria, donde se alimentan esos ademanes.

LIDÓ RICO
LIDÓ RICO
LIDÓ RICO
PINTURA DACTILAR

En “Cremalleras del Tacto”, la caricia, sobre simple agua tintada, se postula como fundamento para capturar el rastro de la fragilidad humana. Si buscamos respuestas, debemos desterrar el peso de las prótesis que visten criterio y conducta hasta tener la valentía de desnudarnos frente al espejo, porque sobre ese enlosado de sencillez, espontaneidad e inocencia solo pueden germinar certezas

AZUL CANOA
azul canoa
AZUL CANOA
LIDÓ RICO

CREMALLERAS DEL TACTO

Soñé velas iluminando rostros inesperados y hombres vigilantes pescando en la noche más profunda. Soñé roces de olor madera que arañaban el blanco arrancándole la vida. Allí, las aguas amoratadas se balanceaban sobre pálidos cimientos anegando millones de ojos.

En mi fantasía encontré músculos de arena que flaqueaban al tacto, como si el más hostil deshielo licuara a machetazos glaciales de misterio. Entonces tropecé con verdes que al tentarlos en su espesura germinaban cuerpos de manera espontánea. También vislumbré azules llenos de dolor, donde húmedos patrones fondeaban sus barcazas en repentinos puertos de emergencia; y óxidos cargados de tanta cobardía que su miedo paría rostros arrugados por alguna alarmante y escondida nostalgia. En ese océano de sin razón todas las vidas recién nacidas buscaban la magia del oxígeno en los argentados remaches que las bailaban.

Pasados los años pude descifrar aquel sueño. Comprendí que esas mandorlas expoliadas a la santidad del azar, no eran simples corchetes aplastados, sino el símbolo de luz y gracia que toda carne necesita para mantenerse a flote; porque en el equilibrio y compás que marcan sus aureolas, vive el único decreto que merece la pena obedecer, ese donde la razón se diluye hasta secarse y convertir sus raspaduras en lances de ventura.

Lidó Rico

pintura dactilar
nocturno de velas
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