«ARQUITECTURA POÉTICA». MARCOS SALVADOR ROMERA

 3 – 30 de mayo 2019
Arquitectura de Barrio. C/Julián Calvo 6


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Una línea, quebrada y sin fin, va dibujando las calles y las casas de la Arquitectura Poética uniendo nubes, estrellas, flechas, lunas o chimeneas. Va y viene cambiando de dirección hasta ocupar por completo la superficie como un mosaico plano, como una red extendida y tensa que lo atrapara todo.

Lo que tenemos delante puede ser una hoja del proyecto exacto de una ciudad imaginaria, las trazas de un sueño por realizar. O también puede ser, por el contrario, la prueba, la noticia, de una arquitectura ya existente y que solo el pintor ha visto. Nos lo puso más difícil Cézanne al advertir que “para el artista ver es concebir, y concebir es componer”.

Sea una cosa o la otra, un artista como Marcos Salvador Romera, absorto en su trabajo, no se parará ni un minuto a reconocer y separar las cosas que ya existen y él refleja, de las que nos propone cuando las inventa dibujando. Es decir, en distinguir las cosas que son como son de las son como a él le gustaría que fueran.

Creo que cuando Marcos pinta, por ejemplo, el Circo, pretende explicar el Circo que conoce y le deslumbra. Seguro que no pretende enmendarle la plana. Ni al uniforme del domador, ni a la forma de las pesas del forzudo, ni al chuzo que lleva en la cabeza el caballo que da vueltas, que él ya sabe inmejorables. Otra cosa es que el resultado termine siendo, a pesar de todo, su Circo. Explicado como un laberinto de líneas y marcas que son luces, banderas o sombreros de copa, su espectáculo es una geometría magnífica que nada tiene que ver con otros circos, con las imágenes de aquellas troupes de saltimbanquis melancólicos de Picasso, con los payasos tan tristes de Gutiérrez Solana, o ni siquiera con aquel más divertido que hiciera Calder.

Hace marcas planas que se mueven por la red de calles de un laberinto desplegado en una superficie plana. Marcas atrapadas en esa red sin puntos de fuga por donde se puedan alejar, ni tampoco mostrar su espesor. Esa es la superficie plana que Clement Greenberg, el crítico más influyente de las últimas décadas, consideraba fundamental y distintiva del arte moderno. En ella Marcos Salvador Romera sitúa con singular talento los equilibrios de sus composiciones para contarnos, esta vez, su Arquitectura Poética. Como Piet Mondrian -el pintor que cuando pintaba sus primeros paisajes esperaba a que la tarde se oscureciera para evitar ver demasiados detalles-, que llegó un día a la superficie plana para no dejar ya nunca de marcar solo allí, también, las trazas de sus arquitecturas poéticas. De marcar las líneas y regiones coloreadas que inventó y descubrió pintando como un poeta; como ya hiciera tantos años antes el gran arquitecto renacentista Leon Batistta Alberti, para quien dibujar era construir. Dibujar, dibujando como un poeta, para representar una arquitectura que ya en el dibujo lo era.

Gracias a Marcos, a su trabajo de artista, hoy estamos de enhorabuena: invitados a viajar, disfrutando y conmoviéndonos, por estas ciudades donde el color resuena brillante a su bola, liberado para siempre de las formas. Nos cruzaremos tal vez en la visita con Paul Klee o con Kandinsky paseando. El Lissitzky puede estar tomando el sol en el parque. Miró y Léger viendo escaparates. Y él, también por allí, tocando la guitarra con un grupo de amigos.

 

Vicente Martínez Gadea

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Exposiciones en Murcia. Arquitectura Poética. Marcos Salvador Romera
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Una muestra compuesta por una treintena de obras con pequeños y medianos formatos. Utilizando óleo, acrílico y técnica mixta sobre lienzo, papel y madera, Marcos ha construido la arquitectura de su mundo imaginado.

Exposiciones en Murcia. Arquitectura Poética. Marcos Salvador Romera
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